El atleta está preparado y se enfoca para lo que vendrá.
En los momentos antes del inicio de la competición, hay un aumento de la frecuencia cardíaca, un incremento en el tono muscular, un aumento de la frecuencia respiratoria y una optimización del diámetro los vasos sanguíneos. Pero el ejercicio aún no se ha iniciado. ¿Este fenómeno se debe a que el atleta está nervioso, o hay algo más detrás?
Lo que denominamos la fase anticipatoria al ejercicio es el resultado del estímulo neural y molecular del corazón, de la modulación medular para reclutar la musculatura necesaria para el ejercicio y de la activación general del sistema nervioso simpático, en anticipación a lo que el atleta sabe que está por venir.
A finales de los años 60 ya se publicaron las primeras observaciones sobre el tema: en atletas entrenados, la frecuencia cardíaca se situaba alrededor de 74% de la máxima antes de empezar a competir. Lo curioso es que este fenómeno era más marcado en atletas de pruebas cortas, donde una mayor velocidad en alcanzar las reservas fisiológicas durante la prueba es más necesaria; por otra parte, en eventos más largos en los que se disponía de más tiempo para movilizar los sistemas energéticos la respuesta no era tan marcada, ya que una activación intensa podría suponer una pérdida de energía poco útil. Fíjate en los números: la frecuencia cardíaca del sprint -60 yardas- fue de 148 lpm, en contraposición a la milla, que fueron 118 y a las dos millas, que fueron 108 lpm.
Es interesante ver que estos efectos no sólo tienen que ver con la frecuencia cardíaca, sino que incluyen el flujo de sangre que llega a los músculos y la dinámica de la disponibilidad de oxígeno. En un estudio reciente, se ha observado que los atletas con mayor capacidad anticipatoria consiguen mayores tiempos hasta la extenuación. La magnitud en la que esto sucede es proporcional al entrenamiento del atleta, siendo más marcada en atletas entrenados específicamente para la prueba a desarrollar.
Es decir, este fenómeno depende del entrenamiento del atleta y de la intensidad de la competición y puede contribuir a la mejora del rendimiento básicamente por una mejor eficiencia en la activación fisiológica del atleta para pruebas cortas, así que no se debe únicamente a lo nervioso o no que esté sino que puede tener que ver con su capacidad para preparar los sistemas energéticos para ser más eficiente durante la competición.