En el curso de la evolución, los órganos gustativos de los humanos han permitido percibir la composición de las frutas o plantas como seguras o como venenosas. Estas fuerzas de la selección natural a veces se encarnan de las formas más curiosas, y una de ellas es el reflejo gusto-facial.

Si viste el último "reto fisiológico" que planteamos en Instagram, la mayor parte de nosotros tenemos un reflejo involuntario al probar sabores ácidos o amargos, que básicamente se caracteriza por la contracción de los músculos de la cara, traduciéndose en una expresión facial que normalmente interpretamos como disgusto.

Si bien este reflejo es más marcado en la infancia (y está presente antes de que haya podido haber cualquier aprendizaje social sobre él), algunas personas lo conservamos en la edad adulta.

También existe un reflejo gusto facial al sabor dulce, que básicamente consta de la relajación muscular y del reflejo de succión en los bebés, que socialmente también aceptamos pero en este caso como una expresión placentera. Así las cosas, parece que evolutivamente estos reflejos tienen sentido desde el momento que el niño no supervisado por los adultos se abstendría de comer frutas u hojas amargas en beneficio de las dulces, potencialmente menos tóxicas.

 

¿Y qué tiene esto que ver con el deporte? Pues oye, hay un vínculo de lo más curioso:

Los calambres musculares son multicausales, principalmente por exponer al músculo a un ejercicio al que no está adaptado.

Peeero resulta que a veces, en musculaturas adaptadas y con correctos niveles de hidratación, aparecen calambres musculares que se resuelven inmediatamente tomando preparados a base de vinagre/jugo de pepinillos.

No podemos justificarlo por una mejora en la hidratación ni en la composición salina, ya que el efecto es inmediato... Entonces... ¿POR QUÉ?

Pues mira: parece ser que en el músculo hay unas pequeñas fibras intrafusales que tienen que ver con la propiocepción, que al fatigarse lanzan mensajes "erróneos" a nuestro cerebro de forma que se genera una respuesta muscular anómala. Y oh, sorpresa, cuando generamos un reflejo superior, en este caso desencadenado por el vinagre, este reflejo erróneo a los calambres secundarios al ejercicio desaparece. Si lo has vivido, sabrás que es pura magia. Cuando funciona, es espectacular.

Así que, tremendo pepinazo, estos calambres no tienen nada que ver con el estado de hidratación o cuantas sales hayas tomado, sino que se trata de un reflejo puramente neural que podemos llegar a contra-regular con otro reflejo más potente. Queda mucho por descubrir, pero el asunto es, cuanto menos, prometedor.

Dicho esto, recuerda: la mayor parte de los calambres están causados por una mala adaptación al ejercicio que le estás pidiendo a tu músculo, así que el gimnasio te resolverá muchos más problemas musculares que el jugo de pepinillos.