Habrás oído alguna vez aquello de "quien tuvo retuvo", ¿No?

Y es que tenemos la sensación de que una persona que ha estado muy fuerte, aunque luego deje de entrenar un tiempo, es capaz de recuperar bastante rápido la forma física. Como si hubiera una especie de "memoria muscular".

Este concepto ha sido motivo de múltiples especulaciones y varios estudios científicos que han intentado dilucidar qué es lo que hay detrás de esa habilidad.

Si hemos hablado alguna vez sobre rendimiento deportivo, sabrás que soy una fan del músculo, que me parece una estructura excepcional. Mira: es capaz de transformar la energía química de los alimentos en energía mecánica. Es capaz de acumular reservas energéticas en su interior. Además no sigue el clásico patrón de la célula que estudiamos todos: ese que parece una especie de huevo frito con un núcleo en el centro. No. El músculo está formado por células alargadas y multinucleadas (cada fibra muscular contiene cientos e incluso miles de núcleos en su interior).  Estos núcleos se sitúan en la periferia de la célula (son capaces de migrar hasta el centro cuando hay mecanismos de crecimiento o reparación) y además se repelen entre ellos, de forma que se aseguran de que hay cierta distancia entre unos y otros. Y ya para rematar, el músculo tiene una especie de células madre, llamadas células satélite, que están quiescentes (dormidas) hasta que hay un estímulo que las activa (el ejercicio, una lesión) y se convierten en nuevos núcleos para esa fibra muscular.

En este contexto, una de las teorías que sustentan la "memoria muscular" es que, al aumentar el tamaño y el volumen de la fibra muscular con el ejercicio repetido, se crean también nuevos núcleos. Estos núcleos no desaparecerían al cesar el entrenamiento y quedarían ahí, de forma que al retomar la actividad física, la musculatura tendría más facilidad para activarse de nuevo. Esta teoría está en constante debate, especialmente por las limitaciones técnicas que existen para apoyarla o refutarla. Por otro lado, parece ser que hay una influencia epigenética que sí que ha podido demostrarse: ciertos cambios -la hipometilación- que se dan en el ADN durante el entrenamiento, se mantienen posteriormente aunque el estímulo haya cedido. De esta forma, la accesibilidad a la maquinaria de transcripción es mucho mayor, por lo que la respuesta hipertrófica al ejercicio en una persona que ya tuvo anteriormente su musculatura fuerte es más rápida. Probablemente no haya una teoría cierta y una falsa, sino que el fenómeno ande a caballo entre ambas y además bañado con los aprendizajes neuromotores y biomecánicos correspondientes. Pero tela marinera.

Fíjate que desde una perspectiva evolutiva, la atrofia muscular tiene todo el sentido del mundo. El cuerpo tiende a la economía de recursos: conservar un tejido que gasta energía, que pesa y que no vamos a usar es absurdo. Así que si no usas tu musculatura, esta se va a volver más pequeña y menos fuerte, con todo lo que ya sabemos que esto conlleva. Pero resulta fascinante la idea de que lo que el cuerpo aprende no queda en saco roto, sino que se reserva en "modo avión" hasta que las circunstancias lo requieren.

El músculo esquelético es una máquina biológica perfecta, ¿No te parece?