El aumento de deportistas de ultra resistencia ha despertado el interés de la comunidad científica al respecto de sus efectos sobre la salud, en especial sobre el corazón y los riñones, fundamentalmente a través de la detección de marcadores de daño celular en ambos órganos medidos en sangre tras las competiciones.
Si bien ciertos cambios en diferentes órganos del cuerpo del deportista son adaptativos al deporte de resistencia, la discusión versa sobre cuánto deporte es demasiado: en qué momento el aumento benigno de filtrado por parte del riñón se convierte en un fallo renal o las adaptaciones fisiológicas del corazón conllevan la muerte celular (necrosis miocárdica).
Los tarahumara o rarámuris (rara –pie, muri- correr), nativos de la Sierra Madre Occidental (Méjico), son conocidos por sus habilidades en las carreras de ultra-resistencia. Habitan en las denominadas barrancas, que son lugares absolutamente recónditos donde han tenido la posibilidad de conservar su estilo de vida tradicional, pero alejados de los servicios más básicos. Por ello, históricamente han tenido la obligada rutina de atravesar a pie terrenos intransitables por cualquier vehículo en busca de alimentos o para satisfacer cualquier necesidad comercial. “Los de los pies alados” saltaron a la fama en la primera década de los 2000 a consecuencia del best-seller “Born to Run” de McDougall, aunque su extraordinaria capacidad de correr larga distancia ya había sido descrita por 1893 por Frederick Schwatka.
A pesar de los cazatalentos de atletas (no muy exitosos en lo que se refiere a alejar a los rarámuri de su entorno natural), de las diferentes marcas comerciales que han pretendido usar su “etnicidad” como reclamo y del interés que suscitan sus atuendos y calzados corriendo (faldas coloridas, sandalias de suelas finísimas atadas al tobillo), las diversas investigaciones que se han realizado en esta etnia no han sido capaces de mostrar diferencias remarcables en su estructura cardiovascular ni en su capacidad funcional al respecto de los corredores no rarámuri. Sí que es interesante que algunos datos parecen sugerir que su capacidad de recuperación es mejor al resto de corredores, de forma que los marcadores de estrés cardíaco y renal parecen normalizarse de forma más precoz tras una carrera de ultra-resistencia.
Resulta muy interesante ver cómo hasta el momento no se ha conseguido determinar ningún atributo “sobrenatural” a los rarámuri y, en cualquier caso, si éste existiera, cuán importante sería contextualizarlo en que la carrera a pie forma parte de su cultura y prácticamente de su espiritualidad desde tiempos inmemoriales:
Antes de tener acceso a las armas de fuego, los rarámuri agotaban a sus presas de caza durante días de persecución. De la misma forma, disponen de bailes rituales (los yúmari) que pueden durar entre 12 y 24 horas, y diversos juegos tradicionales como el rarajípare (para los varones) o el ariwete (para las mujeres), carreras de entre 25-150 kilómetros donde los equipos hacen rodar una pelota de madera durante un recorrido determinado o hacen avanzar aros lanzándolos con ganchos mientras corren. De esta forma, a pesar de que en algunos momentos se ha intentado que algún rarámuri se alejara de su contexto cultural, el correr forma parte de su realidad histórica, cultural y biológica, y buen ejemplo de ello es que ninguno de ellos realiza entrenamientos reglados; simplemente corren, o andan rápido, como estilo de vida y parece que algunos han encontrado en competir una forma de ingresar dinero para su comunidad.
Aquí puedes ver un documental sobre Lorena Ramírez, corredora rarámuri de ultra-distancia. Aunque no se menciona de forma explícita, a mí me llama la atención la distancia emocional que guarda la corredora con el éxito y el fervor de los seguidores de sus triunfos. ¡Ya me contarás que te parece!