¿Has visto alguna vez a un jugador de rugby comiéndose un sobre de mostaza? ¿A una futbolista bebiéndose el jugo de un bote de pepinillos encurtidos? ¿A algún deportista bebiendo un chupito de líquido turbio en plena competición? Te cuento de qué trata esta estrategia contra los calambres musculares.
Los calambres musculares asociados al deporte son contracciones involuntarias y dolorosas que se dan durante o al poco de haber finalizado un ejercicio físico cuya severidad puede provocar el abandono del entrenamiento o la competición en algunos casos. Es una entidad bastante frecuente, de hecho es de las principales molestias de los deportistas y es importante no confundirla con los calambres producidos por el calor.
Hay diferentes teorías sobre su origen, aunque parece claro que hay una predisposición individual a padecerlos y que fundamentalmente suceden cuando el músculo está en fatiga. A pesar de que una buena hidratación y aporte de electrolitos durante el ejercicio es importante, a día de hoy parece que esto no es un factor determinante y que tendría más importancia la alteración en el control neuromuscular, de forma que el ejercicio de la fuerza dirigido a este objetivo sería una buena herramienta preventiva. Así, la explicación más plausible del origen de los calambres parece ser multifactorial, de forma que sobre un atleta predispuesto, tendrían lugar cuando se dieran determinadas condiciones ambientales, nutricionales, de hidratación y de fatiga muscular.
En este contexto, las herramientas que han demostrado más efectividad una vez suceden son los estiramientos musculares controlados, el reposo, la rehidratación asociada a sales (aunque el objetivo de esto sería mejorar el estado del deportista en caso de estar deshidratado, pero no resolvería los síntomas) y los agonistas del TRP.
Los TRP son receptores situados en la boca, el esófago, la faringe y el estómago. Si se alcanza un determinado umbral, estos receptores envían una señal que modula la función neural y son capaces de resolver los calambres en menos de dos minutos desde su inicio. Los alimentos que más estimulan estos receptores son la mostaza y el líquido de los pepinillos encurtidos. Resulta gracioso, pero contienen una proporción de vinagre, sal y agua que parece ser la ideal para este cometido.
Lo más interesante de todo es que el volumen que hay que ingerir es pequeño (menos de 100 mL) por lo que no tienen efectos en la hidratación ni en la composición de electrolitos en sangre. Simplemente, el mero estímulo de los receptores por estas sustancias dispara los efectos neurales necesarios para que los calambres se resuelvan.
Mi experiencia con este tipo de productos (se comercializa por algunas marcas de suplementación deportiva, no es necesario llevarse el bote de vinagrillos) ha sido, en general, muy buena. Lo he usado tanto como para prevenir calambres (por ejemplo en la media parte de un partido de fútbol profesional para impedir que se “suban” los isquios de algunos jugadores a partir del minuto 70 o en ciclistas con importantes problemas en los gemelos) como para tratarlos en plena competición cuando aparecen los calambres de forma brusca. La ventaja es que, si funcionan, el efecto es inmediato.
Algun@s creativ@s se han hecho sus propias composiciones “para llevar” a base de vinagre, sal, agua y pepinillos en una base de gelatina, aunque quizá podrías hacer lo mismo usando directamente el jugo de los pepinillos de tu aperitivo. ¿Te atreves?