A pesar de que ya corría algún rumor entre los círculos especializados, el día 14 de Abril Beatriz Flamini sorprendió al mundo emergiendo, literalmente, de las entrañas de la Tierra. Y no precisamente por ser una hazaña de exploración, espeleológica o de autosuficiencia, sino por el hecho de haber permanecido 500 días confinada bajo tierra de forma voluntaria, superando el récord que estableció el serbio Milutin Veljkovic en los albores de los '70 . Parece ser que de aquí saldrán un documental, un libro y algunas observaciones científicas.
A pesar de que el proyecto está envuelto en alguna que otra polémica, lo que inmediatamente viene a la mente al leer los titulares es cómo es posible (sobre)vivir sin tener contacto con la luz del sol. Lo que a mi personalmente más me llama la atención es qué desbarajuste hormonal debe de haber sufrido ese cuerpo en ausencia de los ciclos de luz/oscuridad que ponen en hora a nuestro reloj biológico.
Y es que la luz es uno de los "sincronizadores ambientales" más potentes (además, entre otros, de la exposición a la actividad/descanso o de la ingesta de alimentos/ayuno), capaz de variar algunas de nuestras funciones biológicas de forma que nuestro ritmo se rige por ciclos diarios de luz/oscuridad desde tiempos evolutivamente inmemoriales. Otro ejemplo de que somos lo que somos y como somos porque vivimos indisolublemente ligados a nuestro ambiente.
De esta forma, aspectos hormonales, metabólicos, de temperatura e incluso de expresión génica se modifican de manera que puedan ser acordes al ritmo de vida y de que las diferentes tareas que deben llevarse a cabo sean razonables: es más sencillo "generar" tejidos o crecer cuando estamos dormidos y comer cuando estamos despiertos que al contrario, por ejemplo. O es mejor que la secreción de hormonas de "acción" se dé cuando nos levantamos que cuando vamos a acostarnos. Delicada precisión para que los sistemas del cuerpo funcionen de forma sincrónica a nuestras necesidades.
Y de aquí nace otro temazo: los cronotipos. Las personas podemos definirnos en torno a cómo funcionamos respecto a la ciclicidad diaria. Algunos nos desenvolvemos mejor por las mañanas (los tipo alondra) y otros no sabemos encontrar la hora de acostarnos (los tipo búho).
Y ojo, que esto tiene implicaciones sobre el rendimiento deportivo y desde hace un tiempo se está usando en algunos entornos de alto rendimiento. De esta forma, conociendo tu cronotipo puedes saber a qué horas puedes entrenar mejor o encontrarte más fresc@, así como trabajar en los posibles desajustes de tu reloj biológico, por ejemplo a través de la crononutrición o de la exposición a ciertos tipos de luz. Si bien algunos atletas realmente notan los efectos de competir en determinadas franjas del día y otros son menos sensibles, está claro que los ritmos circadianos son otra variable más a tener en cuenta para el rendimiento deportivo, y hay varias líneas de investigación al respecto de cómo vivir y rendir de forma más acorde a ellos.
Por ahora, estaremos atent@s a lo que nos cuente el equipo científico que hay detrás de Beatriz.
Por cierto, ¿Quieres conocer a qué cronotipo perteneces y actuar en consecuencia? Puedes hacerte un auto-test sencillo aquí u otro más laborioso aquí
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